Diversidad cultural y de género

Diversidad cultural y de género

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Las diferencias personales que provienen del género.


El modelo masculino preconizado por nuestra sociedad tiene algunas características muy destacadas que lo definen esquemáticamente: los hombres niños pueden ser algo rudos —pero nobles—, no suelen poner demasiado énfasis en la exteriorización de sus sentimientos —ya que ello es signo de debilidad—, pueden ser amantes de la aventura y el riesgo, han de ser asertivos y contundentes en sus decisiones, etc. El modelo femenino tiene asimismo sus correspondientes características: las mujeres y las niñas son sensibles, tiernas en sus relaciones, expresan con facilidad sus sentimientos, se inclinan a ayudar a las demás personas, y también necesitan protección, seguridad y estabilidad.
Los niños suelen rechazar a las niñas en momentos en que la supuesta debilidad femenina puede ocasionarles trabas e impedimentos. Generalmente el modelo de brusquedad y valentía en una actividad como el juego es fuertemente valorado por los niños y no se suele poner en causa. Sin embargo, las niñas a menudo rechazan este tipo de juegos masculinos. Ahora bien, al mismo tiempo, es frecuente también que las propias niñas manifiesten desagrado hacia el modelo femenino, caracterizado por la ternura y debilidad ante ciertas situaciones. Así, mientras que el modelo de femineidad se puede poner en entredicho, no suele suceder así con el modelo masculino.
Pero también se dan otras formas de comportamiento que permiten contemplar otros aspectos de las relaciones entre ambos colectivos, masculino y femenino. Ello acontece cuando las niñas desarrollan características que habitualmente son consideradas como propias de niños; por ejemplo, la independencia, el espíritu de aventura y la contundencia en sus decisiones. No quiere ello decir solamente que las niñas se limiten a valorar y asimilar el modelo habitualmente otorgado a los niños, sino también que, en un momento dado, algunas de ellas desarrollan unas cualidades o características que otras niñas suelen inhibir, precisamente por considerarlas propias de niños. Las primeras pueden, por consiguiente, integrarse en el mundo masculino. Sin embargo, la reacción de muchos de los varones suele ser la de mostrar una cierta superioridad, desdén, a veces hilaridad, condescendencia, protección, incluso tolerancia; manifestaciones que se hallan todas ellas en la frontera de la aceptación y la distancia. Todo ello contemplado desde la perspectiva de un modelo masculino, impermeable a cualquier cambio en su idiosincrasia.
Estos sencillos análisis, que no son más que una descripción de los comportamientos que suceden en la vida diaria de niños, niñas, hombres y mujeres, pueden aportar elementos para la construcción de un modelo de colectivo que contemple la diversidad de las personas que lo componen. Ello requiere que estas personas, sea cual sea su sexo, desarrollen, pongan de manifiesto y valoren positivamente diferentes características y cualidades, tanto aquéllas que son consideradas masculinas como aquéllas que son consideradas femeninas,
según el arquetipo cultural que impera en nuestra sociedad. Así, si las niñas pueden manifestar sus aspectos de independencia, gusto por el riesgo, ponga mos por ejemplo, los niños pueden manifestar sus aspectos sensibles, tiernos, su capacidad para tener cuidado de otras personas, características generalmente inhibidas por considerarse de menor valía para un varón. Un modelo de colectivo que contemplara la diversidad entre las personas de ambos sexos habría de hacerse eco de las especificidades de cada individuo y de la riqueza y variación de identidades.

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